Piensa en algo que te pueda dar más paz, más esperanza, mayor respuesta. Piensa en alguien más que te pueda garantizar que lo que está sucediendo es por tu bien, y no sólo por tu bien para esta vida, sino para la que sigue. Piensa en alguien más que ofrezca honor a quienes hagan su voluntad y ofrezca crecimiento y coronas al que pase las pruebas que se enfrente. Al pensar en todo esto, no encuentro a alguien más que me ofrezca lo que Cristo ofrece. Nadie puede prometerme y cumplirme lo que él. Es por eso que cuando Jesús, en Juan 6, les dice una palabra dura, sabiendo los discípulos que venían tiempos difíciles y que la vida en el evangelio no sería sencilla, a pesar de que muchos se fueron, Pedro no tuvo más que decir cuando Jesús les pregunta si ellos también se irían. «Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente» (Juan 6:68-69).
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